

Bueno, en realidad, lady Bethany Bells, damas y caballeros. 😉
Lo reconozco, soy yo, Yolanda Díaz de Tuesta, soloDdT. Siento si decepciono a las que pensaban que Bethany era Nieves Hidalgo. Eso sí, tengo que decir que me siento muy orgullosa de que pensasen que esos libros los había escrito ella.
El nombre tiene ya muchos años. Se me ocurrió un día, charlando con unos amigos, tras quejarme de que me habían dicho en una conocida editorial que podía enviar mi manuscrito, pero que no me hiciese ilusiones porque no se publicaba a españolas, en literatura romántica… en España.
Que no en China, vaya, sino en mi propio país. Que todo se nutría de traducciones de extranjeras y punto.
Eran otros tiempos, anteriores a las redes. No había tantas opciones de abrirse camino. O te publicaban, o hacías una tirada de x ejemplares, a precio de oro, para tener más chismes a los que quitar el polvo en tu habitación.
Yo dije que, visto lo visto, si hacía llegar Trazos Secretos como si fuese una traducción de una tal Bethany Bells, seguro que me la publicaban. Por supuesto, solo era una broma, pero el nombre se quedó en mi memoria, hasta que, de pronto, surgió la oportunidad, o la necesidad, de utilizarlo.
Antes de lady Bethany Bells

Esta soy yo, en mi primera «foto oficial», cof (leer ahora leyenda de la foto, o se pierde el chiste)
Esa mujer tímida, discreta y misteriosa que se oculta tras unas grandes gafas negras, es «Díaz de Tuesta», el nombre por el que peleé durante un tiempo.
Pero, cuando comenzamos en SELECTA el proyecto de Minstrel Valley me planteé hacer caso de los consejos que me llegaban desde el mundo editorial (de personas mucho más entendidas que yo en las cuestiones de la comerciabilidad) y decidí aceptar lo que nunca había querido: un pseudónimo inglés.
A ver, que no me iba mal en mis peripecias literarias, ni mucho menos (y más teniendo en cuenta las circunstancias personales que me han alejado del teclado durante casi dos años). De haber firmado de un modo más convencional, no me hubiese planteado pseudónimos.
Ya que estamos aquí, tomando el té entre amigas, te confesaré que, de haber firmado «Yolanda Díaz de Tuesta», así, al completo, no lo hubiese creído necesario.
Las Juglaresas
Lo digo porque, entre mis compañeras Juglaresas (¡únete a nosotras!), un grupo MARAVILLOSO y único en el mundo de la romántica española, hay de todo. Unas publican con sus nombres hispanos y no han tenido problema alguno en consolidarse como grandes damas del género en nuestro país, como ocurre con Nieves Hidalgo, Nuria Rivera, Ruth M. Lerga, Begoña Gambín… O Mariam Orazal, que usa un pseudónimo enraizado en sus orígenes.
Otras, sin embargo, han logrado lo mismo, pero eligiendo firmar con nombres ingleses. Ahí están Brenna Watson, Christine Cross, Diane Howards, Ana F. Malory, Alexandra Blac, las hermanas que firman como Elizabeth Urian, Sandra Bree, Marcia Cotlan o Eleanor Rigby.

¿Y qué?, me dirás, y estoy de acuerdo. ¿Qué más da una opción que otra, puesto que todas son excelentes escritoras? Poco importa el tipo de nombre que vaya en la tapa: lo que cuenta es que las historias te hagan soñar y te dejen el sabor de un beso inolvidable en los labios.
Pero, también es verdad que hay ciertos límites, y que elegir un libro va mucho de amor a primera vista. Vamos, que para llegar al beso, primero hay que abrir la tapa del libro, algo a lo que no creo que ayude mucho un «Díaz de Tuesta» así, por las bravas.
¡Ay! ¡Mi primer apellido, solo, sin nombre de pila delante y sin padrinos detrás, ahí, con dos o tres bemoles, más chula que un ocho, yo!
Mira, compara y piénsalo bien
O, si no, sé sincera y dime: ¿cuál de estas dos novelas crees que vendería más? Adelante, comenta, que me interesa mucho conocer tu opinión.

Puedes comentar abajo… pero no del trabajo en photoshop, ¿eh? ¡Que tampoco me iba a tirar horas para esto, bastante tengo con escribir el rollo!
Porque Trazos Secretos, siendo un novelón (no lo digo yo, es una historia que ha gustado mucho, como indican sus reseñas, por ejemplo en Amazon), apenas tuvo repercusión. Entre que empezaba un poco así, o que era muy gorda (ya, cof, me estoy curando de eso también), o que no conocía ni el tato al autor del nombre raro, ahí se fue quedando.
Estoy convencida, convencida, de que mucha gente ni me ha dado una oportunidad, porque el nombre de «Díaz de Tuesta» no les motivaba. Porque suena a autor de obras «sesudas», como me dijo alguien de la profesión un día.
No te pierdas la del camionero. ¡Madre mía!
Bueno… Para ser sincera, sí que intento escribir un poco en la línea entre calidad y comercial, por aquello de aportar un granito de arena al valor literario de la romántica española. No soy la única, claro, muchas de mis compañeras lo hacen. Nos gusta reclamar que se respete el género y, para ello, hay que escribir con cuidado y oficio, no hay otra.
Pero, vamos, de ahí a que mis novela en concreto sean «sesudas» va un abismo. De hecho, cada vez intento aprender a moverme mejor en las reglas de este juego, y ofrecer textos más ligeros y más centrados en el romance que en ningún otro aspecto.

Por cierto, os confesaré algo: cuando era jovencita bromeaba diciendo que aspiraba a que, cuando se me leyese, pensasen que el autor de mis escritos era un hombre gordo y barbudo, curiosamente alguien como George R. R. Martin (¡vaya ojo tengo!), aunque en mi mente, el individuo en cuestión tenía más aire de camionero, jaja.
No sé por qué, supongo que herencia del patriarcado, eso me daba la impresión de que era como más chachi piruli, mejor como escritora, de alguna forma.
Y llegó lady Bethany Bells
Pero ya no, por supuesto, faltaría más. Ahora quiero que lean mis líneas y piensen en lady Bethany Bells, esa dama de cierta edad, elegante y risueña, nacida en Minstrel Valley y que todavía vive allí, en una casita cercana a Legend Square (me pondría una mansión, pero no quedan libres en el mapa jaja).

Y, por supuesto, quiero que, cuando se lean mis historias, lo importante no sea el maravilloso giro de la trama o la perfecta construcción de una frase (aunque siempre intentaré hacerlo lo mejor posible), sino que se experimenten emociones intensas e inolvidables.
«Hacer sentir». Esa es la finalidad de una autora de romántica, esa es la razón de ser de lady Bethany Bells: conseguir dejar el sabor de ese beso en los labios, el calor de la pasión en la sangre y el recuerdo de intensas emociones en la memoria.
Y, todo ello con un final perfecto, como solo puede serlo un final feliz.
¿Qué opinas? ¿Te unes a la charla?
