El Oficial Tadeo caminaba pensativo por el muelle de la bulliciosa ciudad portuaria de Saeoon, con los ojos perdidos en la larga línea curva que dibujaban sus edificios bajo la roja luz del crepúsculo. En realidad, por una vez, Tadeo, un hombre alto y rubio, medianamente atractivo, que acababa de cumplir los treinta años, no era consciente de la belleza que le rodeaba. Solía serlo, cada día, a veces incluso en contra de su voluntad, porque Saeoon era una ciudad …