GRANDES MUJERES DE LA HISTORIA:

CONCEPCIÓN ARENAL – HIPATIA DE ALEJANDRÍA – JUANA DE CONTRERAS – LUCRETIA MOTT – MARÍA DE ZAYAS – MARY WOLLSTONECRAFT – OLYMPE DE GOUGES

Continuando con lo comentado en PERSONAJES FEMENINOS EN EL ROMANCE HISTÓRICO, os debía unos cuantos nombres propios de mujeres del pasado. Esas mujeres a las que no solo debemos mucho, por haber sido luchadoras que nos consiguieron la poca o mucha igualdad que tengamos ahora mismo (que en ningún sitio toda), el voto, el poder gozar de una educación y aspirar a una vida plena.

Como hicieron ellas, nuestras protagonistas tienen que poder (si se tercia) percibir su entorno, estudiarlo y criticarlo de un modo u otro. Pueden tener ideas progresistas sobre su posición en el mundo siempre, actúen o no de un modo claro para romper las normas sociales que les ha tocado vivir, sin que se les pueda tachar de «personajes fuera de su tiempo».

Porque, pese a ser mujeres, tienen ambición, tienen inteligencia y entienden que podrían y deberían aspirar a algo más.

Y, como digo, plantear personajes así, no sería un error de la autora. A las pruebas me remito:

Una de las mujeres más grandes que han existido.
Pese a todos los obstáculos, se empeñó en ser abogada, algo que, cómo no, supuso toda una odisea. Tuvo que ir a la universidad vestida de hombre y luego, cuando la descubrieron, dejaron que siguiera, pero bajo absoluta supervisión masculina, no fuera a organizar un escándalo, supongo. Alucinante.
No os perdáis su biografía, que no tiene desperdicio. Por supuesto, su historia fue muy diferente a la de las mujeres de su época. Porque, las mujeres luchadoras, se han enfrentado al mundo desde siempre.
Ferviente feminista, luchó por la causa de la mujer en la que, sí, la mayor parte aceptaba el mundo impuesto como si no hubiese otra alternativa. Pero ella no.

Frases de Concepción Arenal:«Tal es la situación de la mujer: abiertos todos los caminos del sentimiento, cerrados todos los de la inteligencia». («La mujer del porvenir», 1868)»¿Cómo hay dos criterios, uno aplicable al mal que hacen a las mujeres, y otro al que pueden hacerse los hombres entre sí? La razón de esto es la supuesta inferioridad de la mujer: nada puede ser mutuo entre los que no se creen iguales». («La mujer del porvenir», 1868)


La situación de la joven Hipatia fue muy peculiar, sí: una concatenación de circunstancias familiares y sociales le permitió llegar a lo que llegó y librarse del destino habitual de las mujeres de su época.

Pero… ¿Era o no inteligente? Esa es la pregunta que hay que hacerse, si una mujer de esa época tan remota tenía suficiente capacidad intelectual para aprovechar esa oportunidad.

Y la respuesta es que lo era. Claro que sí. Las mujeres pueden haber estado sometidas y condicionadas por el adoctrinamiento social, pero nunca han sido estúpidas, nunca han tenido una mente inferior, como se nos ha intentado hacer creer durante siglos.

Por lo tanto, no tienes por que pedir perdón por crear personajes comprometidos, ambiciosos, capaces, «modernos de tal manera», en cualquier época. De hecho, la propia existencia de Hipatia demuestra que un escritor puede plantear una estudiosa de este nivel en un mundo donde las mujeres no tenían ningún poder, ni ningún acceso a los estudios.

Esa era la norma, pero la excepción ha sido siempre lo que ha movido el mundo y lo que ha hecho que nosotras heredemos una situación mucho mejor.

Porque eran tan inteligentes y capaces como podamos serlo nosotras, o al menos los hombres de su época. Como puede verse por su cita, ella no hacía distinciones entre hombres y mujeres, igual que no las hacía entre razas. Toda persona debía pensar y reflexionar sobre el mundo y su posición en él.

Frases de Hipatia:“Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar”.


No, no tienes que irte muy lejos para encontrar mujeres inteligentes y luchadoras. Aquí mismo, en España, pudimos contar con Juana de Contreras, humanista perteneciente a la nobleza castellana, a la que conocemos (muy poquito, me he liado a poner «Humanidades» en la ficha, por eso) de estudiante, alumna, por interés de su tío Lope de Baena, del humanista italiano Lucio Marineo Sículo.

En una carta que podría fecharse en 1504, discutía con su maestro por su deseo de poder usar el término «heroína», tal cual, en vez de herios, la declinación femenina correcta según los clásicos, una forma sin desinencia propia. Porque, a ver qué se pensaban algunas, solo los hombres podían ser «héroes», las mujeres solo existían para inspirarlos a ellos. Faltaría más.

Y, eso teniendo en cuenta que su profesor era bastante adelantado a su tiempo, y admitía que tenía buenas alumnas. Eran sus Puellae doctae, sus «niñas doctas», inteligentes y válidas, pero… mujeres. Supongo que, a pesar de todo, él sí que era un hombre de su época.

De todos modos, daos cuenta: aquella joven Juana, peleaba. No bajaba la cabeza y se sometía, no era una figura sumisa en un entorno masculino. Su forcejeo con el maestro, creo que es la primera pelea documentada, en la que se busca un lenguaje no sexista e inclusivo para las mujeres. Buscaba proteger nuestros pequeños «espacios de libertad», como decía («las reglas que normalizan unificando se tragan espacios de libertad«). ¡Qué pensamiento más moderno, ahora que se habla de lo mucho que se ha invisibilizado al género femenino a lo largo de los siglos! Y gracias a ello, a que luchó por todas, ahora tenemos unos espacios de libertad mayores.

Frases de Juana: «las reglas que normalizan unificando se tragan espacios de libertad»


«Mujer, despierta; el arrebato de la razón se hace oír en todo el universo; reconoce tus derechos.» Esto lo dijo Olympe de Gouges en la primera mitad del siglo XVIII. Una de mis luchadoras favoritas.

Fue quien redactó, en 1791, La Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, esa que comenzaba con la pregunta «Hombre, ¿Eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta», seguida de un rotundo artículo 1«La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos«.

O, en su artículo 6 – «La ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y Ciudadanos deben participar en su formación personalmente o por medio de sus representantes. Debe ser la misma para todos; todas las ciudadanas y todos los ciudadanos, por ser iguales a sus ojos, deben ser igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos, según sus capacidades y sin más distinción que la de sus virtudes y sus talentos«.

¡Qué ideas tremendas para la época! ¡Iguales en todo, hombres y mujeres! ¿Dónde vamos a parar? Llego a ponerlo en una novela, y seguro que más de una lectora me hubiese dicho que menudo exceso, que en el siglo XVIII «las mujeres eran sumisas y calladas, criaturas que solo deseaban ser madres y esposas. Buscaban marido, se quedaban en casa y bordaban».

Pues sí, muchas. Pero no fue por ellas por lo que ahora podemos ir a la universidad o tener aspiraciones a una vida profesional plena. Ni tampoco por los hombres, que jamás han cedido terreno si han podido evitarlo (criadas, amantes y amas de cría gratis, ¿quién renunciaría a eso?). Ha sido por otras mujeres, las que eran como Olympe.

Frases de Olympe: «Mujer, despierta; el arrebato de la razón se hace oír en todo el universo; reconoce tus derechos». «La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos«. «Si la mujer puede subir al cadalso, también se le debería reconocer el derecho de poder subir a la Tribuna, con tal que sus manifestaciones no alteren el orden público establecido por la Ley».


Lucretia Mott, importante líder abolicionista y gran luchadora por los derechos de la mujer, fue una de las organizadoras de la Convención de Seneca Falls, el primer encuentro público de mujeres en los Estados Unidos.

Lucretia Mott es uno de los nombres propios de la historia del feminismo en los Estados Unidos. Como muchas otras feministas en Norte América, Lucretia inició sus reivindicaciones sociales en la lucha contra la esclavitud. Su ímpetu y fuerza de voluntad pudieron con una salud frágil.

Ministra cuáquera, Lucretia gritó al mundo que someter a seres humanos era una aberración. Cuando ella y todos los abolicionistas celebraron el fin del esclavismo en 1865, Lucretia se centró en otra gran reivindicación social, la de la igualdad entre hombres y mujeres.

Frases de Lucretia: «El mundo nunca ha visto una nación verdaderamente grande y virtuosa, porque en la degradación de las mujeres, las mismas fuentes de la vida son envenenadas en su origen».


Las líneas que te he puesto en «Frases de María» (y que cité también en mi novela EN AGUAS EXTRAÑAS), pertenecen a «La fuerza del amor», una de las novelas (o «maravillas», como ella las llamaba).

Fue publicada en 1637. No en el siglo XVIII, no en el siglo XIX, ni ahora, sino en la primera mitad del siglo XVII, pero, si nos fijamos, no difiere mucho de lo que podría pensar una mujer de hoy en día, aunque utilice el lenguaje del momento.

Por cierto, María fue muy famosa en su época (por supuesto, como muchas otras mujeres, fue ninguneada por la historia de la literatura). Otros autores del momento, como Lope de Vega, la alababan en sus obras. Sus novelas se siguieron reimprimiendo con éxito hasta que, en el siglo XVIII, la Inquisición decidió prohibirlas. Hasta hoy. Vete a preguntar en cualquier escuela quién fue María de Zayas. Eso sí, hasta de Campoamor te hablan en los libros de Literatura.

Frases de María: «¿Por qué, vanos legisladores del mundo, atáis nuestras manos para las venganzas, imposibilitando nuestras fuerzas con vuestras falsas opiniones, pues nos negáis letras y armas? ¿El alma no es la misma que la de los hombres? Pues si ella es la que da valor al cuerpo, ¿quién obliga a los nuestros a tanta cobardía? Yo aseguro que si entendierais que también había en nosotras valor y fortaleza, no os burlarais como os burláis. Y así, por tenernos sujetas desde que nacemos, vais enflaqueciendo nuestras fuerzas con los temores de la honra y el entendimiento con recato de la vergüenza, dándonos por espadas ruecas y por libros almohadillas«.


filósofa y escritora profesional en una época en la que algo así suponía una rareza. Pero se dio. Entre sus numerosas obras, consta la Vindicación de los Derechos de la Mujer (1792), obra en la que se consolidaron las bases del feminismo moderno.

En él defendía la necesidad de que la mujer accediese a la cultura y argumentaba «que las mujeres no son por naturaleza inferiores al hombre, sino que parecen serlo porque no reciben la misma educación, y que hombres y mujeres deberían ser tratados como seres racionales».

(Nota: fue la madre de Mery Shelley, autora de «Frankenstein»).

Frases de Mary: «las mujeres no son por naturaleza inferiores al hombre, sino que parecen serlo porque no reciben la misma educación».

Debemos estar muy orgullosas de todas estas mujeres, pero también muchas otras, muchos nombres irán surgiendo del olvido con el tiempo. Unas destacaron, aunque no se les reconocieran los méritos y la gran mayoría permanecieron a la sombra de la Historia, viviendo como pudieron, sin atreverse a levantar la cabeza, a veces felices, a veces no. Ha habido muchos tipos de mujer, a lo largo de los muchos giros que ha dado nuestro planeta.

Evidentemente, en el pasado la presión social era fuerte, más que ahora, y la mayoría de las mujeres perdían sus vidas en ese segundo plano sin color que les estaba destinado, qué remedio. Pero, muchas, aprovecharon las oportunidades y lucharon. En esa pelea han influido muchos factores, entre ellos, su valor y su decisión, pasando por sus circunstancias: podía ir desde la protesta por desear casarse con quien querían, hasta la máxima reclamación, aspirar a una cultura, trabajar y ser independientes.

El punto en el que coloquemos a nuestro personaje, da lo mismo. Todos son válidos.

Esas, son nuestras protagonistas. Más o menos luchadoras, más o menos reivindicativas, al gusto, pero siempre, siempre, inteligentes y con la ambición de existir por sí mismas.

La cuestión, en la novela romántica, no es que haya que plantear siempre mujeres reivindicando sus derechos a gritos en la calle (si apetece, pues bueno, claro, yo misma soy partidaria de dar más contenido a la novela romántica, en cuestión de trama), sino que recordemos que pueden (y hasta deben, para encajar con la mentalidad de la lectora, como dije) ser mujeres que se dan cuenta de la situación en la que están atrapadas, que captan la realidad del mundo, sin la distorsión del adoctrinamiento machista, y tienen la ambición de ser respetadas en igualdad con los hombres.

Aunque solo sea con ese hombre en el que busca el amor.

Esas, son nuestras protagonistas.