¡Hola, mundo! ¡En esta casa estamos de celebración, porque llevamos viviendo tres años en «El tiempo regalado»! ¡Es el cumpleaños del segundo nacimiento de mi marido, Javier!

Hace dos años publiqué un artículo, tanto en wordpress como en facebook, titulado UN AÑO EN EL TIEMPO REGALADO. Con él, quería explicar a todos mis amigos y conocidos mi repentina desaparición. El porqué había estado tanto tiempo fuera, lejos de las redes, de la literatura y de todo lo público, en general.

La cuestión no fue otra que un derrame cerebral sufrido por mi marido, el 4 de agosto de 2019. Hay gente que lo sabe, hay gente que no, y no es algo de lo que me guste hablar, no me resulta cómodo. Odio dar pena, sobre todo cuando siento de verdad que soy una persona muy afortunada. La Wikipedia dice que la tasa de mortalidad en lo que le ocurrió al amor de mi vida (agg también odio ser empalagosa, pero permitid que lo llame así solo por hoy, jaja, soy escritora de romance en uno de los días más tristealegres de su vida) es de más del 40%.

Esta es una de las primeras notas coherentes que escribió, en el hospital, cuando empezaba a recuperarse. Al principio eran más breves, pidiendo que avisase a la familia para que fueran a rescatarnos, porque nos habían secuestrado y nos encontrábamos en peligro. Estaba convencido de que le habían dado una paliza.
No puedo verla sin emocionarme. Es asombroso lo que puede cambiar todo en un momento.

Vamos, que dentro de lo malo, tiramos el dado y ganamos.

No alegrarme y quedarme en la simple lamentación de lo mucho que se ha perdido, me parece hasta mal, por todos lo que no han tenido mi misma suerte.

En mi relato de 2020, conté cómo ocurrió todo (buf) y cómo fueron aquel largo tiempo en el hospital (un mes y diez días en la UCI, entre la vida y la muerte, una semana en Basurto, unos ocho meses en el hospital de Gorliz… buf buf).

No lo he releído desde entonces, no sé ni cómo salió. Intenté expresar cómo me había sentido (sola, hundida, sola, aterrada, sola, desesperada, sola…), aunque creo que jamás podre ser capaz de contarlo de una forma coherente, porque en cuanto me detengo a pensarlo, lo que bulle en mi interior me aturde, me sofoca y colapsa. Es mejor dejarlo atrás, bien apisonadito, y seguir.

Ahora, ya van tres años. ¡Tres! En este tiempo ha pasado de todo, un par de sustos graves incluidos, pero ahí seguimos, disfrutando de lo que ambos llamamos «El tiempo regalado».

Javier está hemipléjico. Es discapacitado Grado III, el máximo. Ha perdido por completo el uso de la mano izquierda y apenas puede caminar con ayuda de la muleta, vive en su silla de ruedas, en nuestro viejo piso no accesible (esa sí que es una larga historia de terror, mejor pasar de puntillas).

No tenemos un euro que no esté cuidadosamente destinado a algo, y estoy sola para cuidarlo, que cuando las cosas van bien todos quieren quedar para comer o para pasar el domingo, pero cuando van mal, ay, amigo… El mundo desaparece. Algún día escribiré un libro de terror con todo eso, una historia que sí que es de verdad espeluznante, y no las de vampiros o zombies jaja.

Pero, por suerte, no necesitemos nada. Nos arreglamos bien, en días que trato de hacer divertidos, y cuando llega la noche cantamos mientras lo preparo para dormir, o nos contamos qué ha sido lo mejor de la jornada. Cosas así, que generan momentos entrañables. Que le hacen sentir querido y feliz.

Es verdad que a veces miro a otras mujeres por la calle y envidio esa sensación maravillosa que recuerdo con anhelo, la de ser dos contra el mundo y no yo sola, sacándolo a él adelante. Es algo que no se valora, a lo que una se acostumbra hasta llegar a olvidar que nada dura, y que la vida puede darte un vuelco de campana al minuto siguiente.

Pero da igual. La alegría que siento al mirar al otro lado de la mesa y verlo, ahí, ocupado en su ordenador, que ha vuelto a aprender a usar, lo compensa TODO. Cuando llegó del hospital no sabía ni utilizar el firefox, se volvía loco (¡¡y a mí!!) con las pestañas. Ahora, lo maneja con soltura y hasta juega al ajedrez, usa programas profesionales y de todo, vaya. ¡¡Hasta se ha hecho una página de Facebook para darme likes!! jajaja.

Y me ayuda en las novelas románticas. Wahaya, el protagonista de LA CANCIÓN DEL VIENTO, lo creó él, y tengo a la espera un par de ideas que me sugirió realmente estupendas, solo necesito tiempo para poder teclearlas. Fíjate tú, lo que hemos descubierto en estas circunstancias, tiene alma de escritora de romance, jaja, y disfruta imaginando tramas.

No sé qué nos deparará el futuro. Solo puedo deciros que me siento muy afortunada. Sé lo que es el amor verdadero y he tenido el regalo de poder decirle cada día, desde hace tres años, cuánto lo quiero.

No pierdas tiempo, ve corriendo a decírselo al tuyo.